viernes, 20 de abril de 2012

CÓMO TRATAR LA MUERTE Y LA TRISTEZA

     Muchos adultos se creen en el deber de proteger a los niños evitándoles el tema de la aflicción: el periquito no murió sino que salió volando y ahora está en el Paraíso de los pájaros. Es comprensible, ya que lo que mas deseamos los adultos es dar a nuestros hijos una infancia alegre y libre de preocupaciones.
     Los niños captan intuitivamente la angustia de los adultos, de donde resulta la sensación de que "de eso no se habla". La muerte que da convertida en tabú.
     Los niños necesitan, sin embargo, esa posibilidad de asimilar sus sentimientos de tristeza y de cólera, de preguntar.
     En su primer encuentro con la muerte, por lo general, no mantienen la actitud triste con mucha constancia. Son frecuentes los cambios bruscos de humor.
     La fase de aflicción depende de la cercanía y confianza que hubiese existido entre el niño y la persona o mascota. También de su edad y de la ayuda externa que reciba. El proceso de duelo recorre varias fases: un periodo de estupefacción; una especie de exaltación, como si todo estuviera felizmente superado; y una época de frecuentes cambios, unas veces lo vemos tranquilo y otras encerrado en sí mismo.
     Es importante ayudarles a comprender que la muerte es parte de la vida, sin reprimir los propios sentimientos, ni querer restarle importancia.
     En la edad preescolar, ante un fallecimiento, el niño se ve enfrentado a una serie de sentimientos. El temor de que pueda ocurrir algo parecido con los padres, o con uno mismo, aparece por primera vez. La duda de si sus padres volverán a mostrarse alegres y fuertes en el futuro.Le faltan palabras y necesita que un adulto se las proporcione y las ponga en relación con lo que él siente.
     Hasta los 3 años, la palabra "muerte" todavía no les dice nada. Quieren tener la seguridad de que sus personajes de referencia siempre estarán ahí, y la muerte se asocia a la noción de abandono, de quedarse solo.
     Vive la desaparición de una persona adulta como castigo por algo que él hizo. Es importante hacerles saber que no tienen la culpa de que se haya muerto la abuelita, y que más allá de la muerte, la abuelita sigue queriéndolos.
     Creen en la omnipotencia de los adultos y si ellos no han podido evitar esa muerte, empiezan a preguntarse qué otras cosas no pueden conseguir.
     De los 3 a los 5 años. A esas edades el niño atribuye vida a todas las cosas que existen. En su esquema mental, el osito de peluche, el coche de juguete... son seres vivos. Es una época de vivo interés hacia la muerte. En los juegos, a los perdedores les toca tumbarse y "hacerse el muerto". A veces también juegan a estar enfermos y morirse.
     Aún no entienden la muerte como un suceso irreparable y definitivo. Están convencidos de que los muertos acabarán por levantarse y seguir viviendo alegremente.
     A estas edades la muerte se relaciona, sobre todo, con la vejez y la enfermedad, y en ocasiones, con las guerras y los sucesos violentos.
     No consiguen imaginar que hubo un tiempo en el que ellos no estaban, y habrá otro tiempo en que no estarán.
     Si viven a estas edades la experiencia de la muerte de un ser querido, aparece el miedo a acostarse, miedo a la oscuridad y a quedarse solo.
     Conviene inducirles a que nos cuenten lo que piensan al repecto.
     De los 6 a los 7 años, empiezan a comprender ese carácter definitivo e irrevocable. Es una época de gran curiosidad, sobre todo hacia los aspectos emocionales de la muerte.


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